ICTINO Y CALICRATES.
ACRÓPOLIS
DE ATENAS AÑO 447 a.c.
Estaba tan contento que no
podía contenerme, corría por las calles, saltando, tropezaba, atropellaba a la
gente, corría hacia la casa de mi colega y amigo Calicrates, pensando que
moriría del susto cuando le contase que nos han encargado el diseño de un
edificio dedicado a la Diosa Atenea. El corazón no me cabía en el pecho, era
sorprendente que después de algunos años esforzándonos y presentando proyectos
nos nombrasen a nosotros para un trabajo tan grande como este. Corría tanto,
que al llegar a su calle llevaba la diadema en la mano derecha y en la
izquierda, la zapatilla del pie izquierdo que se le soltó el cordón al coger la
esquina de la cuesta larga que lleva a su calle. Con voz en cuello gritaba
–Calicrates, Calicrates, - sal a la calle que tengo una gran noticia que darte.
Mientras que el salía ó no salía, yo cogía aliento apoyado en una de las dos
columnas que hay en el pórtico de la entrada de su casa. Su mujer fue la
primera en salir, como de costumbre, ya que Calicrates es dado a llegar tarde a
todos sitios, siempre ensimismado en sus cálculos y en sus planos.
-
¿qué pasa Ictino?, me pregunto mientras que yo me ponía la zapatilla
del pie izquierdo, sentado en el escalón del portal.
-
Nada, nada, no te asustes, ¿esta Calicrates en casa?
Al levantar la cabeza y mirar su cara y ese
pelo largo, rizado y pelirrojo, esos hombros desnudos y el sol del Mediterráneo
alumbrando su escote, no puede dejar de mirarla, mi semblante se relajo, pude
contemplar la belleza en persona, la envidia me roia por dentro, mi pensamiento
fue: ¡que mujer tan bella tiene Calicrates!. En ese mismo instante salió él,
con su pelo largo y rizado, su cuerpo olímpico, puesto que participaba en la
competiciones olímpicas, y me pregunto con su voz grave: ¿qué pasa para
alborotar tanto y venir a mi casa dando esos gritos?, están todos
sobresaltados, los vecinos en las ventanas de sus casas esperando ver que pasa
y tu aquí sentado, mirando a mi mujer como un pasmarote. Efectivamente estaba
mirando a su mujer como un pasmorote y todos los vecinos estaban en sus
ventanas mirándome, poniéndome de pie y estirándome el vestido, le susurre en
el oído – pasemos dentro – mientras le cogía por encima del hombro y le guiaba
hacia el interior de la casa.
Una vez en el interior le
comunique todo, no pudo sostenerse de pie y se sentó en una silla junto a la
ventana, con la mano apoyada en la barbilla, con lagrimas en los ojos, moviendo
la cabeza con sonrisas que se le escapaban, paso un rato hasta que pudo
articular palabra alguna, puesto que los sollozos no le dejaban hablar y
pregunto:
-
y ¿quién es el escultor?
-
El presumido de Fidias, le conteste con voz despectiva.
-
¡Fidias!, ese tan...., ah, no, no, ese no quiero que tenga parte en
este proyecto, me amenazaba con la mano levantada moviendo el dedo índice de
derecha a izquierda.
-
Bueno no te pongas así, llamaremos al proyecto “El parte – no “, ¿te
parece bien?, tras un silencio, soltó una carcajada descomunal.
-
Ja, ja, ja, “El Partenón”, vaya nombre tan original, me dijo, entre
risas y sollozos, mientras se retorcía con la mano en el vientre.
Nos pusimos manos al
proyecto y en unos meses de mucho trabajo conseguimos terminarlo a tiempo y lo
presentamos para su construcción.
ACRÓPOLIS DE ATENAS AÑO 432 a.c.
Quince años después, nos presentamos para ver la terminación
de la obra y cual fue nuestra sorpresa, la base del edificio estaba arqueada
hacia arriba, el frontón también, las columnas no estaban a la misma distancia
y además estaban abombadas en su centro, Atenea que desastre, todo estaba mal
construido, esto pasa por utilizar esclavos y mano de obra extranjera en la
construcción, no entienden el idioma y lo hacen todo al revés, menos mal que
Fidias construyo una escultura de la Diosa Atenea en oro y perlas que era
descomunal, preciosa y toda la gente que llego a ver el monumento se fijaba en
las esculturas y pasaban por alto todas las equivocaciones que habían tenido en
la construcción. Todos nos felicitaban por el diseño tan innovador y atrevido
que habíamos tenido, fue un éxito. Al final gracias a Fidias y a sus
esculturas, pasamos a ser unos de los arquitectos más importantes del mundo por
nuestra obra “El Partenón”.
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